29 feb 2016

Tu que sabes la verdad, habla de la verdad

La semana pasada en la uni asumí el cargo de hablar acerca del campo de IIFF en unas charlas sobre problemas ecológicos bastante amplias. En ese módulo, de 1.15h de duración había otras tres personas más, un profesor de la materia, un agente medioambiental y otro alumno que hablaría del después de una zona quemada, sus problemas y recuperación.
No sabía cuanta gente acudiría, ni si otros módulos tocarían de cerca este tema o si habría gente de ciertos sectores que cuenta lo que quiere y ya te amarga el resto del día. El ser algo tan ocultado y censurado es lo que tiene.

He de confesar que ni tenía ganas, pero me llevé una grata sorpresa al ver que la sala de actos estaba llena, con gente de pie y sentada por los laterales en el suelo. Llevaba dos cosas preparadas, una... un folio con algunos datos que tenía el 90% de posibilidades de usar para "debatir" o más bien corregir cosas que se dijeran antes y para asomar hechos que están actualmente totalmente manipulados. Era la recomendación de un profesor: "Tu que sabes la verdad, habla de la verdad". La segunda, con el restante 10% de posibilidades de usarse era un relato de un día cualquiera de este verano. Leí algo así de Baia y me encantó.

No soy muy de leer algo así en público, me siento un poco gilipollas, pero a mí como alumna los datos a veces me dan bastante igual, me gusta que la gente me hable de los problemas, de esas cosas que no se ven, con pequeñas estadísticas manejables y no datos globales.

Y al final me crecí, pensé que no era relatar mi día, era relatar el día de mis compañeros, los cuales merecen que se cuente su historia y lo que hacen. Por lo visto fue una decisión muy acertada y calé en todos los presentes. Por eso a veces más que datos hacen falta testimonios para mentes dispuestas a escuchar. Aquí os lo dejo.

::.::...
Suena el despertador del móvil, abres los ojos. Me duele todo el cuerpo, tengo la sensación de no haber descansado nada. Pero aunque estuviera dos días seguidos durmiendo seguiría igual, es la definición de acumulación de cansancio que nos da Doc, hecha realidad. La sobrecarga extendida al cuerpo en general, y a la mente.
Agua en la cara para despejarse. Un poco de música. Desayuno y a la vez estiramientos. Jamás pensé que pudiera llegar a comer campurrianas y pedazos de fruta a la par que en un rítmico ritual estiras todos los músculos, preparándolos para un nuevo día de trabajo. Zumos, tostadas con mermelada, agua con glucosa... son las 8.25, límite para salir de casa.
Hoy tengo quien me lleve. Miro por la ventana del coche. Hay niebla, pero el sol romperá antes o después. Consulto el móvil en busca del mapa de riesgo de incedio de hoy. Esta en rojo. Ourense todo rojo.
Suspiras. Los postes de la luz y del teléfono pasan por la ventana. Detrás de ellos todo verde. Verde naturaleza que despierta perezosa, como yo. Todo empieza a funcionar, el ciclo de cada día. Y nosotros tan jodidamente complejos. Esa es la reflexión de hoy, enseguida aparecen en mente ideas de cómo empezará el día en la base, de cuanto tiempo tendremos paz antes de que suene la alarma.
¿A dónde iremos hoy?, ¿cómo se dará?, ¿pasaremos apuros?, ¿mi cuerpo aguantará?... Saturación. Hay gente que dice de vivir el día a día, nosotros a veces pensamos de hora en hora.

Llegada a la base y empiezas a cruzarte gente, en cuestión de minutos están todos allí. Muy pocos llegan tarde a pesar del sueño. Algunos hoy no vendrán por cansancio y recuperación. Compartes comentarios con gente de otras brigadas, nadie exagera, todos sabemos que cuando se habla de infierno, calvario, tortura... es verdad. Te enteras de incendios y problemas del día de ayer que ni sabías de su existencia, nosotros estábamos a lo nuestro.
Voy a nuestro cuarto que compartimos con la XIX. Empiezan a llegar todos. Todavía tenemos unos 20 minutos de paz donde algunos intentan reposar, otros estirar, otros hablar y compartir. Echar las primeras sonrisas del día con los que son ya tus hermanos y hermanas. Tienen rostros cansados desde primera hora pero es como mejor les voy a ver hoy. Seguro.

Estamos casi todos. Faltan los dos jefes de brigada que ya están en reunión recibiendo las noticias de este martes, firmando actuaciones de ayer y asumiendo el plan de prioridades. Pasados esos 20 minutos aparecen y después de un par de bromas se hace el silencio. Retransmiten las ordenes y planes al resto.
Nos toca "material", era de esperar, la limpieza y revisión se lleva retrasando ya tres días. Una vez terminado tendríamos hasta el medio día una práctica si la cosa sigue en calma. Y a la atrde, ya se verá, ya nadie se aventura a planear una de las decenas de reforestaciones o limpiezas programadas.

Pasa la mañana y la niebla se rompe. Un sol radiante empieza a calentar la tierra. Un sol precioso, una mañana preciosa... pero una alfombra roja para el actor principal de estos días: el fuego.
Y así es como a la vez que tu cuerpo agradece los rayos de sol tu mente no le deja disfrutar de ello, eres invadido por una extraña sensación de intranquilidad, un sexto sentido en forma agónica que cambia tu status a "en espera". En cualquier momento sonará la alarma. En cualquier momento la megafonía clamará al número XVII que hoy tiene máxima prioridad.
Como cualquier espera, ésta va cargada de nervios. Por un lado quieres que llegue para soltar esa presión, por el otro... evidentemente quieres un día alejado de llamas y humo, pero sabes que con esta racha no va a pasar. Llevamos 14 días seguidos así.

Y como un cuerno que llama a las tropas se produce. La tarea de limpieza de material no se termina, la práctica queda postpuesta, cualquier otro plan olvidado. Coges tus cosas y te preparas junto al resto de compañeros. Rápidamente con un comportamiento casi metódico se carga todo en el camión, hoy no vamos por el aire. Cada uno tiene su función, funciones que siempre rotan.
A la par que se ultima todo empieza a llegar información del destino y de su situación actual, que se va actualizando por radio conforme nos acercamos al punto.

No os voy a mentir, siempre, en cada incendio hay nervios. En algunos más, en otros menos, pero siempre, cada día que salimos... hay unos segundos en los que te planteas qué estás haciendo. El grupo nos hace fuertes, los jefes de brigada nos hacen fuertes. El ejemplo de compañerismo que te enseñan en la escuela se queda corto aquí.

Y entre muchas cosas llegas al incendio. Esta vez es bastante cerca de un pueblo, donde nos deja el camión. Bajamos y contemplamos la columna de humo. Se recoge información local de unos vecinos alterados que la pagan contigo por llegar tarde, tienes que tragarte cualquier contestación, es normal que se preocupen por sus tierras y no saben desde donde venimos o cuantos días llevamos así.

La brigada se "dispone". Se elige qué llevar y que dejar. Órdenes, que nunca son órdenes viniendo de los jefes. Un grito de ánimo, unas miradas entre todos y allá vamos, al infierno.

La historia a partir de aquí no hay palabras que la definan bien. Hay que vivirlo para comprenderlo. Hay que estar allí a los pies del incendio para describir el temblor que te entra en las piernas cuando avanzas hacia el lugar de donde todo el mundo huye. Hay que estar allí para comprobar el ruido ensordecedor de las llamas que acongoja hasta al más fuerte. Cada metro la temperatura aumenta. Las rachas de aire ardiente te azotan, el humo te envuelve.
Se planea estrategia y se actúa. Siempre con cuidado. Se cambia de posición, de estrategia, los compañeros rotan. Información por radio. Retirada. Ataque de nuevo. Un trago de agua, una palada más, un golpe de batefuegos. Agobio. Estrés. Cansancio.

El intenso combate contra el fuego desde tierra y aire nos quita más de 4 horas del día antes del primer descanso. Tenemos menos de media hora para recomponernos. Tiempo para volver al pueblo, hidratarse, comer y descansar. Y donde cualquiera vería una situación lamentable nosotros vemos un lujo, tenemos un relevo, comida y descanso.

Volvemos a la carga. Más de lo mismo. Pasadas otras 2 horas se requieren refuerzos en otro incendio. En el nuestro, aunque no se pueda prescindir de gente hay que hacerlo. Todo el dispositivo está ocupado y pocas veces hay medios suficientes. Los estrategas de la base entre planos juegan un risk con los medios contra el fuego teniendo en cuenta factores determinantes como el valor ecológico de la zona, la peligrosidad de extensión del incendio... y por suerte la carga de cansancio de las brigadas. El principal factor que los de arriba olvidan. Hay seres humanos dejándose los huevos y ovarios cada día, no son máquinas.
La XVII se retira para ir a un nuevo incendio donde ya actúan otras brigadas. Pasamos ya de nuestro turno diario, pero estamos acostumbrados. Nos mandan a otro sitio y maldecimos, pero sabemos que si lo hacen es porque no hay más remedio, porque no hay medios y porque de los existentes hemos ganado puntos en los baremos.

Todos de nuevo en el camión. Se implora al humor y a los ánimos. Y a pesar del cansancio afloran las sonrisas. Como siempre.
Y así, llegas a otro incendio más, continúa la lucha y la historia, y el día va dando paso a la noche. Cuando el sol se esconde el peligro, ya de por sí siempre muy alto aumenta.  Los medios aéreos se retiran, los vientos cambian, las tácticas sobre el terreno se reducen... También hay que estar allí para ver la aurora naranja que proyectan las llamas sobre el cielo nocturno.

Más horas de trabajo intenso con susto incluido y un sólo descanso en el que aprovechas para pensar en tu familia, tus colegas... en las cosas que son verdaderamente importantes. Hay quien se atreve a llevar el móvil y echa un vistazo en busca de algún mensaje tonto de la gente que está en una vida normal, en un verano normal, otros se pierden en pensamientos mirando a la nada, otros llevan alguna foto palstificada que les da ánimos. Lo que véis en las películas, aquí pasa.
Nunca en mi vida le he dado la importancia que se merece de verdad a ciertas cosas ni he sentido la necesidad de decirle algo a alguien por si un día pasa algo y no puedo. También hay que estar aquí para comprenderlo.

Son cerca de las 2 de la mañana y nos retiramos. Otros quedarán de retén acabando con el enemigo. Los estrategas prefieren tener a la XVII replegada y que mañana esté lista a las 9am de nuevo en la base. Subimos al camión para volver a la base y desde ahí cada uno a su casa. Hay mucho más silencio que de costumbre. Si cierras una mano puedes atrapar cansancio.

Cruzas miradas con los compañeros que quedan despiertos, ojos cansados en rostros demacrados. Huele a humo y sudor. Y te alegras, por algo que quizás es lo más difícil de entender ya que la vida no nos pone en situaciones similares. Te alegras porque a pesar del cansancio o de alguna lesión estamos todos de vuelta.

Tras una cabezada que no sabes cuanto ha durado te despiertas llegando a la base. La gente de teleco que está de guardia y otra parte del personal salen a recibirte. Incluso el perro. Sueltas los bártulos... y hay quién se da un agua o "cena" antes de irse.

Llegas a casa, hoy ha sido un día muy duro. Te das una ducha rápida, lo justo para limpiarte de sudor y ceniza, el olor a humo no te lo quitas con una sola. Comes y de cabeza a dormir. Son las 3.20am, a las 9am hay que estar allí de nuevo. Caes muerta de sueño. Suena el despertador del móvil, abres los ojos.